« El lenguaje inclusivo es una tontería»
Hoy en día, los departamentos de comunicación de las empresas tienen una presión añadida con el uso, o no, del lenguaje inclusivo. Aunque en sí la idea es aparentemente bonita y sin duda, positiva —aceptar y respetar a todas las personas es lo correcto—, la pregunta que me viene a la mente, por formación y deformación profesional es: ¿Qué pasa con la corrección gramatical? ¿debemos sacrificar la calidad del contenido que generamos, a cambio de la integración? ¿o existen otras soluciones, mucho más sencillas y eficaces que permitan que todo el mundo se sienta parte del discurso corporativo?
Y más aún, ¿de qué le sirve a la dirección de una empresa mostrarse hacia el exterior o hacia sus trabajadores como incluyente, y pintarse de arcoíris, mientras descarta a los mayores de 40, a las personas con algún tipo de discapacidad (he visitado empresas en las que sería imposible llegar a las oficinas con muletas), a las mujeres con hijos (a veces de forma sutil y a veces abierta), o a los extranjeros de según qué países? En mi opinión no hay nada peor para la comunicación de una empresa que la incoherencia y lo artificial. Te cuento…
Cuando tenía veintitantos años, participé en un congreso académico internacional con una ponencia denominada «Los objetos directos masculinos y femeninos en la edad media ¿una sintaxis machista?», en esa época (cuando presenté la ponencia) nadie hablaba de lenguaje inclusivo, ni pensaba en arrobas, equis ni mucho menos en la vocal e.
En mi investigación encontré que en el castellano medieval, el escribiente utilizaba la preposición a de complemento directo, cuando el referente era igual o superior a él (veo al rey), mientras que esa misma preposición no aparecía cuando el referente era visto como inferior al hablante (veo el gato). Cuando el receptor de la acción era una mujer, la preposición estaba ausente pero, por ejemplo, sí aparecía delante de algo tan valioso en la época como eran los caballos (un caballero solo podía serlo si contaba con estos equinos).
Ignoro lo que ocurría entonces en otros idiomas, ni siquiera controlo si hay un cambio en este sentido en el español actual (más o menos todo apuntaba a que la a se usa casi siempre y que objeto directo e indirecto tienden a fundirse en la misma función), pero está claro que el lenguaje refleja lo que a los hablantes les preocupa y cómo ven el mundo. Sin embargo, la GRAN diferencia de este fenómeno es que era completamente natural.
Un intento político e ideológico de plástico
Desde hace ya algún tiempo, y más que como un reclamo social, desde la política o las ideologías de género que están permanentemente permeando todos los discursos, se está empujando en todos los ámbitos hacia un uso artificial y forzado del idioma, también en las empresas, que y desde mi punto de vista, no tiene sentido. Te explico el porqué:
1. En una lengua como el español, el plural es inclusivo y universal, es decir, cuando digo “Los niños comienzan el colegio este lunes”, incluye a las niñas y a los niños, hacer un desdoblamiento (Los niños y las niñas comienzan el colegio este lunes) simplemente se opone a una de las características básicas del lenguaje natural: la economía.
2. En algunos artículos leo que ciertos ideólogos —sin ningún fundamento académico ni investigación de base que sustente sus hipótesis— declaran que el género en español tiene un fallo gramatical (¿de verdad? ¡Y se quedan tan felices!), cuando en realidad la gramática no tiene fallos. Solo es. La gramática no es masculina ni femenina ni ideológica. Lo que podríamos aceptar que falla es el discurso, la forma en que el hablante construye, en lo que se focaliza, cuando habla o escribe. Es en el acto lingüístico, es decir, cuando se expresa oralmente o de forma escrita, cuando muestra lo que piensa de verdad, de manera natural.
3. En español hay unas cuantas palabras neutras y su morfema de género finaliza con o (lo, aquello). Además, yo puedo llamar a alguien compañere, elle o lo que me pida, y tener un tono despectivo. Como si insulto a alguien, elegantemente, eso sí, de usted. Lo mismo puede pasarle las empresas: de nada sirven las palabras bonitas, el uso de la e, poner arcoiris en todas partes o crear programas de RSC, si después el empleado que hace mobbing no es sancionado, la ejecutiva con hijos es penalizada por no aceptar una reunión de trabajo después de su hora de salida, o no se cumplen los plazos con los clientes.
Si me preguntan, para hacer los mensajes inclusivos en la empresa, es necesario que el discurso sea «igualitario», no a nivel de morfemas, sino a través de contenidos estructurados de tal manera que sean las personas las que tengan siempre el primer lugar. Además, es básico que lo que se hace dentro de la compañía y lo que se comunica sea coherente. Si no es así, usar la e y otros recursos artificiales convertirán lo que pretende ser un hecho diferencial en algo muy simple: en una tontería.
¿Crees que es importante que las empresas cambien el lenguaje artificialmente en su comunicación o es mejor y más adecuado redactar conforme a la gramática, pero con una estrategia que ponga a las personas en primer lugar? ¿No es preferible mejorar las políticas de las compañías en lo que respecta al respeto hacia las personas? ¿Crees que se puede ser inclusivo sin ser artificial? ¡Te leo!
¿Te ayudo? Si necesitas que trabajemos en la comunicación de tu empresa, de forma inclusiva y sin tonterías, escríbeme o llámame para que juntos encontremos una solución :)
Paulina.
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